Con su particular color, su corteza en color castaño en árboles jóvenes, y anaranjados, en su versión adulta, las tonalidades del bosque de arrayanes son propias de un escenario mágico:
En medio de un clima frío y húmedo, el bosque de arrayanes, es parte de un Parque Nacional, un lugar que tiene una atmósfera especial difícil de describir. Para visitarlo, existen diversos medios: en catamarán, partiendo desde Puerto Pañuelos, en cercanías de Bariloche, o desde Bahía Mansa, junto al istmo de Quetrihué, en cercanías de Villa la Angostura.
Sin embargo, el recorrido que haremos (fotográficamente) es el del sendero a pie que se transita a lo largo de 12 kilómetros. Mientras la salida nos brinda inmejorables vistas de la bahía, el camino, se interna de a poco en el bosque patagónico, con destino final al bosque de Arrayanes, luego de dos horas de caminata.
En poco tiempo, algunos solitarios ejemplares de arrayanes, comienzan a hacer notar su presencia:
(El momento que me he sentido más cercano al ambiente de “El señor de los anillos” )
Poco a poco, los arrayanes comienzan a ganar protagonismo, hasta hacer bosque:
La pasarela de madera, en el bosque de arrayanes, es el modo en que se ha logrado apaciguar el impacto de los visitantes en el bosque:
Una vez en el extremo de la península, donde se sitúa el bosque, un catamarán espera para evitar un largo camino de regreso a pie. La lluvia, hace que el catamarán, sea una opción inmejorable.
El paseo casi perfecto, a no ser por la lluvia, que igualmente no alcanza para opacar la exótica versión de bosque de éste rincón del mundo.
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